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La transformación digital empieza por las personas

Actualizado: 27 ago

Transformación digital de personas

Cuando se habla de transformación digital, lo habitual es pensar en inteligencia artificial, plataformas en la nube o automatizaciones que prometen resolverlo todo. Pero detrás de cada herramienta y cada proceso hay algo que rara vez se menciona: las personas que tienen que convivir con esos cambios.

En Nomu Labs hemos aprendido que la digitalización no es solo un asunto tecnológico. Es, sobre todo, un asunto humano.


El miedo a equivocarse

Uno de los frenos más frecuentes que encontramos es el miedo. Miedo a elegir la herramienta equivocada, a invertir en algo que no se va a usar o a que el equipo no sea capaz de adaptarse. Es comprensible: la mayoría de empresas no pueden permitirse experimentos que salgan caros.


Lo curioso es que ese miedo suele generar parálisis. Se retrasa la decisión, se comparan opciones durante meses, se piden más y más presupuestos, y al final la digitalización nunca arranca.


La experiencia nos ha enseñado que la mejor forma de avanzar es empezar pequeño. Un MVP que valide una idea, un proceso sencillo automatizado, un tablero de datos que dé visibilidad rápida. Al dar un primer paso y ver un beneficio tangible, el miedo se transforma en confianza, y esa confianza abre la puerta a cambios más grandes.


La sobrecarga de opciones

Vivimos en una época en la que cada día aparecen nuevas herramientas. Todas prometen ser “la solución definitiva”. Paradójicamente, en lugar de facilitar, esa abundancia genera bloqueo.


¿Cuál elegir? ¿Qué se adapta mejor a mi equipo? ¿Qué ocurrirá cuando la herramienta quede obsoleta en un año?


Aquí es donde la tecnología necesita traducción al lenguaje humano. No se trata de explicar con tecnicismos qué hace cada software, sino de ponerlo en contexto: cómo impacta en la operativa diaria, qué curva de aprendizaje tiene, qué cultura favorece y cuál puede frenar.

Una buena decisión tecnológica no es la más avanzada, sino la que mejor se integra en el día a día de las personas que la van a usar.


La importancia de las conexiones

Hay una frase que repetimos mucho: “una transformación digital que no transforma a las personas, fracasa”. Hemos visto casos en los que se implementan herramientas potentes, con gran inversión detrás, pero que terminan en desuso porque el equipo no las siente como propias.


Por eso, en cada proyecto trabajamos en construir conexiones: escuchar al equipo, entender sus preocupaciones, dar formación a medida, acompañar en los primeros pasos. Cuando las personas perciben que el cambio tiene en cuenta sus necesidades, dejan de ver la tecnología como una amenaza y empiezan a verla como una aliada.


Resistencias invisibles

No todas las resistencias son explícitas. A veces no se dicen en una reunión, pero se notan en el día a día: procesos paralelos en Excel porque “me fío más de lo de siempre”, dudas que no se comparten por miedo a quedar en evidencia, o incluso pequeños sabotajes inconscientes al nuevo sistema.


La clave está en generar un entorno de confianza donde se pueda hablar de esos miedos sin juicio. La tecnología no debería imponerse, sino construirse junto a las personas que la van a usar.


Lo que realmente funciona

En nuestra experiencia, lo que más impacto genera no son los grandes planes estratégicos ni las presentaciones llenas de métricas, sino algo mucho más simple: sentarse a conversar. Escuchar con calma qué necesita cada persona, qué le da miedo, qué le ilusiona, y traducir todo eso en un camino digital que tenga sentido.


La verdadera transformación digital ocurre cuando una empresa logra que su equipo se sienta parte del cambio. Solo entonces la tecnología deja de ser una carga y se convierte en un motor de crecimiento.


Una visión más amplia

Digitalizar no es solo cuestión de optimizar procesos o de competir en un mercado más exigente. También es una oportunidad para repensar la cultura de la empresa. Al introducir nuevas herramientas, inevitablemente se abren debates sobre cómo colaboramos, cómo compartimos información, cómo tomamos decisiones.


Bien gestionada, la digitalización puede ser la excusa perfecta para mejorar dinámicas internas, romper silos y fomentar una cultura más abierta y colaborativa.


Conclusión

La digitalización tiene dos caras. La visible: software, métricas y automatización. Y la invisible: emociones, resistencias, aprendizajes. Si se trabaja solo la primera, el proyecto cojea. Si se aborda también la segunda, la transformación no solo se implanta, sino que se sostiene en el tiempo.


Al final, la tecnología cambia rápido. Lo que permanece son las personas. Y es ahí donde está la clave de cualquier transformación digital que realmente funcione.

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